«Backup» del artículo original «Intimidad Romero: abstracciones sociales» publicado por Roberta Bosco y Stefano Caldana el 10 de abril de 2013 en Absolut Network.
Rostros pixelados, ciudades difuminadas, objetos, desde carteles señaleticos, monumentos públicos, coches, zapatillas y portadas de revistas, inmortalizas y convertidas en unas galerías fotográficas que han sido intervenidas digitalmente para desdibujar sus elementos fundamentales. Estamos hablando de Intimidad Romero, una artista de origen colombiana afincada ahora en Valencia que dado un vuelco a su pasión por la fotografía confiriendo a sus creaciones un estilo único marcado por su inconfundible efecto pixelado. Facebook en su representante oficial, en el sentido que Intimidad Romero no se promociona tradicionalmente a través de una galería de arte y ha aprovechado su perfil en la red social para dar forma a una intervención en tiempo real sobre el derecho al anonimato y el concepto de autoría.
Fiel al lema «el pixel me sienta bien», la principal peculiaridad del perfil en Facebook de Intimidad Romero es que no deja ver nunca su verdadero rostro, ofuscado por una serie de gigantescos píxeles. Este proceso no se limita a distorsionar su rostro, sino extiende este trabajo a todas las fotos de sus amigos y conocidos, dando así vida a un mundo de vivencias y historias de lo más tradicional, sobre las que ha introducido este perpetuo e irónico efecto gráfico. “Creo que la acción comunicativa debe adaptarse a los medios de comunicación disponibles en cada momento histórico. Prefiero denominar esto como una acción comunicativa de un proceso 2.0, una acción pública en una red informática ‘abierta’, sin más etiquetas” explica la artista.
El retrato, género artístico por antonomasia, ha caracterizado todas las épocas de nuestra historia, desde los albores de la humanidad la representación gráfica del rostro es una práctica ineludible, cuya interpretación ha ido cambiando con las tendencias socio-culturales. Si fuera el comienzo del siglo XX se podría hablar de Intimismo, en el sentido irónico de considerar los trabajos de Intimidad Romero como una suerte redescubierta del arte abstracto 100 años después de su génesis. Así como al comienzo del siglo pasado se rompieron los lazos con el arte figurativo y con el realismo para adentrarse en un nuevo campo de redescubierta que abrió las puertas al corrientes como el fauvismo o el cubismo, el Intimismo seria entonces una suerte de reacción a la estética convencional que permea hoy en día todo perfil en las redes sociales. Finalmente como dijo Evan Roth en relación al arte en internet «la red es arte por ser parte de la vida» y lo de Romero es una suerte de reacción estética a la monotonía de los perfiles de Facebook que ofrecen a los usuarios unas anónimas cajas vacías que esperan de ser llenadas por fotos convencionales en una plataforma sobre la que los usuarios no tienen ninguna autoría para intervenir el espacio y finalmente todo los perfiles son iguales a pesar de cambiar el sujeto retratado. Identidades cuyo valores numéricos marcan pautas de éxitos sociales y las imágenes del perfil tienen que moldear una vida social muy activa también fuera del marco digital, reproponiendo en carpetas informales galerías fotográficas de vacaciones, encasillando informaciones convencionales como relaciones afectivas y los logros laborales, donde la identidad y la presentación de los usuarios se basa en una eficaz, lograda y… muy estudiada “foto del perfil” una cartulina sonriente hacia los demás donde nunca se sale mal.
Evidentemente hablando de una espacio como Facebook no podía faltar la polémica, ya que las estrictas reglas sobre el anonimato de la compañía de Mark Zuckerberg, ha generado malentendidos en relación a la actividad de Intimidad Romero. “De repente Facebook canceló mi cuenta argumentando que mi perfil no correspondía a una persona. Para que pudiera recuperar mi identidad virtual me obligaron a enviarles un documento oficial como el pasaporte. Sin embargo, al final tuve que cambiar de nombre, pues en palabras de Facebook: No podemos aceptar Intimidad como nombre”, lamenta la artista. A pesar de haber enviado copia de su pasaporte, su viaje por el lado más absurdo de la vida no había acabado y finalmente para salir del embrollo tuvo que crear un nuevo perfil con el nombre de Inti Romero, que a fin de cuentas no es su verdadero nombre.
“Facebook es algo esquizoide como la realidad social del momento. Creo, que por un lado intenta mantener y proyectar una imagen de alto nivel de privacidad, pero por otro pretende que les ofrezcas todo lo tuyo sin condiciones”, asegura Intimidad.
Curiosamente las polémicas no se han limitado solo a las relaciones entre la artista y la red social ya que a medida de que Intimidad Romero iba ganando popularidad tomaron forma voces que le acusaban de ser una invención, un producto estudiado atentamente y que detrás de la artista se escondía en realidad un hombre. No dejan de sorprendernos estas actitudes y sobre todo el tono de la envidia que alimenta estas acusaciones. En ámbito artístico internacional hemos vivido un sinfín de proceso alrededor del tema del anonimato. Tan solo en tiempo recientes y limitándonos a observar los que ha sido el panorama más cercano a las nuevas tecnología, desde el fenómeno italiano de Luther Blissett pasando por Eva y Franco Mattes del colectivo 0100101110101101.org, nunca y en ningún caso la polémica ha vertido en quien se celaba realmente detrás de una identidad. Tendría sentido una crítica formal sobre un proceso artístico pero un debate alrededor de la verdadera identidad de un artista carece y mucho de fundamento. Hay artistas muy reconocidos internacionalmente y que trabajan con grandes instituciones cuya verdadera identidad finalmente no ha nunca molestado a nadie a partir de misma Mouchette, una artista francesa afincada en Holanda que desde 1996 pretende tener 13 años.
¿A quién le importa quién es Intimidad Romero? Su original trabajo abarca una amplia serie de reflexiones sobre algunos tópicos de los discursos estéticos y sociológicos de la contemporaneidad y al mismo tiempo es una aproximación crítica al fenómeno de las redes sociales. “En este caso el anonimato se convierte casi en un instrumento generador de contenidos, en una nueva herramienta estética y narrativa”, asegura Romero.