“Backup” del artículo original “El cachalote que quería comer” publicado por Roberta Bosco y Stefano Caldana el 21 de agosto de 2017 en Aquae Blog.

El planeta está herido de muerte, como el triste simulacro del cachalote hallado muerto en la playa de Castell de Ferro de Granada en 2012, que se expone en el Centre del Carmen de Valencia.
Pese a que el grande mamífero marino de 10 metros de largo no está presente físicamente en el centro de arte valenciano, la imagen sigue siendo igual de sobrecogedora. Un expositor de las mismas dimensiones del cetáceo, despliega todo lo que se encontró en el interior de su estómago: 30 metros cuadrados de cubierta de invernadero, 2 macetas, 2 mangueras, 7 sacos de arpillera plastificada, 5 cuerdas por un total de 9 metros, 4 bolsas de plástico de abono, 1 bote de detergente, 1 percha, 2 garrafas de plástico… una lista aterradora como una innecesaria autopsia o la amarga crónica de una muerte anunciada.
El Cachalote es una de las piezas más impactantes y alarmantes de La deriva de un gesto post-romántico, una muestra individual del artista multidisciplinar Hugo Martínez-Tormo (Valencia, España, 1979), compuesta por cinco instalaciones inéditas que se proponen despertar el público y concienciarle sobre el imparable proceso de contaminación y el exceso de residuos que acaban esparcidos a lo largo y ancho de la costa y el territorio valenciano.
“La cantidad de residuos plásticos que acaban a la deriva en los mares y océanos, está creciendo exponencialmente cada década, convirtiéndose en una de las problemáticas medioambientales que más preocupan en la actualidad. ¿Cómo podemos invertir esa tendencia para poder vivir de una manera eco-sostenible? A la vez que el progreso tecnológico es imparable, también debe serlo la preocupación por la sostenibilidad del planeta”, explica Martínez-Tormo, un artista que a menudo utiliza las nuevas tecnologías y siempre de una forma sutil y original.
El hilo conductor de la narración que toma forma en La deriva de un gesto post-romántico, son dos botellas de plástico, que el artista encontró accidentalmente en un espacio al que no pertenecen y donde no deberían estar: una en el Parque Natural de la Albufera y la otra en el Espacio protegido y patrimonio natural del Saler. Después del estudio y la documentación fotográfica de las dos botellas, Martínez-Tormo las ha reproducido a través de un modelado 3D. Esta información, que no es otra cosa que la representación matemática de cualquier objeto tridimensional, se ha convertido en el elemento fundamental de dos instalaciones electromecánicas, controladas por unas impresoras 3D deconstruidas de las que se conservan sólo los elementos básicos y sus motores.

3DlightPrinter_Plastic Bottle genera una composición lumínica a partir de los reflejos y los juegos de luz y sombra producidos por los movimientos de la superficie de unas cubetas circulares llenas de agua. Las tenues oscilaciones del líquido son generadas por los motores de las impresoras 3D deconstruidas, que funcionan como si estuvieran imprimiendo ininterrumpidamente en el agua, una botella de plástico invisible. Como en la instalación del cachalote Martínez-Tormo vuelve a trabajar con el elemento ausente que se convierte en una presencia ineludible. En este caso se trata de la botella de plástico, hilo conductor de unas obras que plantean al espectador una realidad a menudo negada y ocultada, si bien es más que evidente.

Lo mismo pasa con 3DsoundPrinter_Plastic Bottle, donde otra vez la invisible botella de plástico es el deus ex maquina de una obra que genera una composición sonora parecida al ruido del mar y las olas mediante la oscilación de unos tubos de aluminio y el roce de unas partículas que se deslizan en su interior. Toda la instalación está controlada por los motores de las impresoras deconstruidas que actúan como si estuvieran imprimiendo una botella de plástico.
En las dos obras Martínez-Tormo aboga para un uso sostenible de las nuevas tecnologías, cuestionando su funcionalidad y la finalidad para la que han sido creadas. “Siempre pongo un ejemplo. Qué pasaría si alguien se cuestionara el funcionamiento de una simple lavadora, una nevera o un lavavajillas y empleara sus componentes básicos para destinarlos a otra finalidad. ¿Tal vez podría capturarse la humedad del aire y acabar con la sed en África? Tal vez sea un ejemplo muy extremo, pero este es el objetivo de cuestionar el sistema y lo que éste te dice”, afirma Martínez-Tormo.

La botella vuelve a ser la protagonista en 1.16.625, una serie fotográfica cuyo título hace referencia a los más recientes estudios científicos sobre el proceso de fragmentación de una botella de plástico que flota a la deriva en el mar. “A lo largo de un año la fragmentación y degradación de una única botella por agentes climáticos, como el sol o las propias olas, se materializa en unas 16 partes, cada una de las cuales se dividirá a su vez en otras 625 subpartes de menos de cinco milímetros”, indica el artista. Como diminutas bombas de relojería medioambientales los fragmentos de plástico en los mares producen compuestos muy tóxicos, como el Bisfenol A, que contaminan el agua y acaban siendo ingeridos por los animales acuáticos, regresando así de nuevo al ser humano.

La deriva de un gesto post-romántico termina con Message is the bottle, una instalación audiovisual interactiva que reacciona a la presencia y los movimientos del espectador. Este genera las olas de un océano artificial en el que flota a la deriva una botella virtual previamente diseñada en 3D. En la obra, que se plantea como metáfora de una situación medioambiental idílica donde el ser humano controla y gestiona todos sus residuos, el público se convierte en el timón que guía y condiciona el movimiento de la botella. “El gesto romántico de lanzar al mar una botella con un mensaje en su interior, queda sustituido por una visión más ecológica y respetuosa con el medioambiente. ¿Qué mensaje estamos lanzando con tan romántico gesto? El mensaje ha dejado de estar en el contenido para estar en el continente. La botella es el mensaje”, asegura Martínez-Tormo, convencido de que la cultura tiene que enviar mensajes y dar visibilidad a las problemáticas. “La solución tiene que nacer de cada uno de nosotros. Yo soy consiguiente con mis actos y considero que todos deberíamos serlo. Si todos actuáramos con coherencia y sentido común respetando nuestro entorno viviríamos mucho mejor”, concluye el artista.
La deriva de un gesto post-romántico es la primera exposición que surge de las convocatorias públicas de producción artística y apoyo a la investigación, lanzadas por el Consorci de Museus valencianos. Se podrá ver en el Centre del Carmen de Valencia hasta el próximo 17 de septiembre y luego continuará su itinerancia en el Museo de la Lonja de Alicante, donde se inaugurará el 29 de septiembre y en Barcelona donde recalará en febrero 2018.
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